Al Pie de la Montaña

Desvelos de un tecolote loco

SOBRE EL EGO

  Hace unos momentos mientras manejaba me ocurrieron a la mente reflexiones acerca de cómo casi siempre tenemos que lidiar con las circunstancias para hacerlas aceptables. Cómo a una fruta desabrida le añadimos azúcar, cómo nos distraemos con el noticiero al ir manejando en el tránsito congestionado, cómo hacemos más llevadera una gripe tomando antihistamínicos o como encendemos el clima de nuestro hogar para tapar con su zumbido, el ruido de los vecinos que nos incomodan con gritos, música alta, alarmas disparadas a deshoras, etc. También vino a mi mente el ejemplo tan conocido del traslado de casa al trabajo y sus consecuentes resignaciones. Visto objetivamente, manejar así, es un gran desafío; implica ser diestro y tener un gran espíritu de aventura. El automovilista que se traslada de su casa a su oficina no lo sabe, pero arriesga su vida en cada tramo, debe estar alerta todo el tiempo no sólo del propio desempeño sino muy especialmente del desempeño de los demás, entre los que se cuentan desde luego muchos “kamikazees”. Debe ser tolerante con quienes les parecen poco preparados para manejar, debe ser indulgente con los agresivos y debe ser paciente con la lentitud del flujo vehicular; todo esto partiendo del supuesto de que se viaja en condiciones normales. El viaje se complicaría por muchas razones, un accidente o un auto descompuesto, una avenida inundada por la copiosa lluvia, un policía que nos detiene, un alcance en el que participamos, un letrero rezando “Disculpe las molestias, etc” En fin, situaciones aparentemente excepcionales que se han convertido en cotidianas. Manejar es menos estresante cuando nos abrochamos el cinturón, encendemos la radio y nos despojamos del ego. Parece fácil, pero no lo es. Entiendo ahora a ese grupo de personas que han desarrollado la “automovilofobia” y que deben consultar a un psiquiatra para que les quite el miedo a salir a la calle. Pero la Egotomía (amputación del ego) no sólo hay que ejercerla en el tránsito también hay que echar mano de ella en el banco, en las oficinas de gobierno, en el seguros social y en la sala de espera del doctor que nos citó a las 4 y nos recibirá a las 8. ¡Ah! y en la mesa de casi cualquier restauran.

Yo, como tengo un gran ego, en muchas ocasiones he intentado dar lecciones a esas personas que, me ponen en segundo lugar. Los resultados han sido desastrosos; si gano el pleito, la conciencia me remorderá por haber avasallado a un prójimo y me avergonzaré por haber montado un espectáculo; si pierdo, peor tantito, mi ego quedará golpeado, tumbado y escupido.

He enviado cartas quejándome a los directores de muchísimas empresas por servicios deficientes, algunos se han disculpado otros ni siquiera me han respondido. He interpelado, he desafiado, he hablado fuerte ante el estupor de otros y ¿de qué me ha valido?

Si yo no tuviera un ego tan inflado y delicado, estoy seguro de que viviría más feliz y tal vez reaccionaría como cuando “Pulgas” le arrebata un hueso a “Blas”: alzándome de hombros y siguiendo mi camino.

14 noviembre 2020 Posted by | Bitácora del día, Narrativa, Superación personal | , , , , , , , , , , , , , | Deja un comentario