Es un hombre y está sano
Confirmado: ¡El cáncer ha sido vencido! La buena nueva llega a mi, es una música lejana que avanza, como aquellos desfiles de mi infancia donde la banda se acercaba tocando himnos marciales. Así llega a mi la buena nueva, poco a poco se reconoce la música, trombones, platillos, palpitantes tambores. A poco estoy totalmente exaltado por esta música benigna que empuja mi sangre como un émbolo y termina oprimiendo las frágiles glándulas de mis ojos. ¡Si! lloro a cántaros, porque no hay manera de contener este júbilo, esta noticia incubada por tanto tiempo, con recelo, con miedo, con esperanza como se espera a un recién nacido; y el partero ha salido, nos ha visto a los ojos y ha dicho “es un hombre y esta sano”. Se llamará como siempre se llamó: Mauricio.
Lo que resta de mis sueños.
Lo que resta de mis sueños
¿un ave Fénix?
Lo que pasa por el sedal tenue
de mi renacimiento… ¿mis quimeras?
Han germinado diez mil auroras,
y apenas el pesado galeón iza su enseña:
la rosa fascinante del delirio.
Madura el día como mamey meloso,
huyen las moscas, los perfumes cunden
y el cielo se colma de luceros.
¿Dónde quedó el pesar?
¿Las noches de jauría?
La luna ha dicho todo
bordando un horizonte de abedules.
MIENTRAS PASA LA NOCHE (4)
Rencor
Huye por las rendijas de la esclavitud, no pertenece a nadie. Desde ese momento, queda a la deriva, como yate de lujo con timón pero sin brújula. ¿A dónde aproarse así?
Desangro mi tiempo frente a la ventana lluviosa,
el rencor se envilece en mis dientes sarrosos.
Como siempre,
trago el miedo sin mascar,
medito en la enfermedad que ha derribado a mi hermano,
es mordaz,
desvergonzada como puta barata.
Bajo al nivel siguiente,
escalera de caracol,
espiral del infinito,
alucino,
mi lengua es un estropajo,
destartalada,
sin goznes.
Soy un ente perverso,
cruel,
derrocado,
presenciando una misa negra oficiada por coyotes,
cabalgando en ésta ceguera corrosiva.
Mi pulso es mi horca.
¡Enfermedad! ¡virus! ¡cáncer!
¡Puta madre!
Imperio del boliche,
ojos rodando en inmensas duelas
buscando la chuza cósmica.
Toc toc…
¿quién es?…
Soy yo,
un latido convulso,
encallado en la rabia más oscura,
harto de acertijos…
de promesas,
esperando un milagro sin un ápice de fe.
No hay más que decir,
sólo el temor me acompaña
y sin embargo al pronunciar su nombre,
me rebosan las lágrimas,
porque su nombre, Mauricio,
es un ente animado,
vibrante,
inmune
y así repito: Mauricio,
intentando volverlo a la vida.
Mientras pasa la noche (3a parte)
Además de aceptar la realidad,
además de beber la nostalgia,
además de bendecir los días que me mimaron,
amo la luz que hiere mis pupilas
y gozo la emoción del éxtasis
cuando navego en aguas turbulentas.
Acepto mi caminar vacilante,
ebrio camino tanteando en la tiniebla un poste firme.
Busco,
mientras enhebro en mi rosario amaneceres,
un beso.
Mas antes del nudo en la garganta,
una corbata negra me conmina,
con esa su voz de contralto,
primero a trabajar de foco a foco
y luego a dejar mi estupor en la caja registradora de Wall Mart.
Despertar
En el fondo de mi corazón quiero volver a ver
aunque se que el deseo es un derecho inocuo
difundido siempre por voces fantasmales
y pájaros enjaulados en pesadillas lúbridas,
no puedo sustraerme;
es como un sobreprecio que pago por la vida
lo testifico, no por alarde,
sino, más bien, por desamparo.
Me reta la simetría ajustada al tic tac de los relojes
cuando pronuncio mi súplica al Arcano:
Que la ilusión perdure en los ojos agradecidos,
que la dignidad se despeñe en las cañadas,
que el hombre en su aislamiento cósmico
recupere su hedor de bestia,
y que entienda que es usufructo, del caos,
no de la gracia,
que la preñez del olvido sea la única herencia de nuestros amos
y que la fábula de nuestra vida quede exhausta de sueños.
Esta es mi plegaria
me permito entretejerla a mi locura
mientras reparo las llemas de mis dedos erosionados
en espejismos de placer táctil,
y reparto mi entendimiento en retazos
de incógnitas eternamente insolubles
y el sol se pone
y me conmina a despertar.
El vigía ciego
Soy un extrangero
secuestrado
en el escabroso recinto de las sombras,
aquí me consumo.
No hay piedad
sólo el exacto anacronismo del reloj.
Tumbado en el arroyo,
sucio y maltrecho
compadezco mi reflejo entre las charcas.
Me atrevo a tomarme de la mano
detecto un pulso débil
y así, sutil, intento reanimarme.
¿Dónde encontraré la levadura
prometida en el nuevo testamento?
¿Sangrará por ventura mi fe?
¿Levantaré mis manos y alcanzaré las estrellas?
Letal es mi vida,
mi muerte, franca;
dorado el grano de mi cosecha.
Aquí estoy mi Señor
El mismo,
el vigía ciego
haz de mi lo que quieras.
MIENTRAS PASA LA NOCHE (2a PARTE)
Cabalgar en el lomo de la duda,
sobre nubarrones escritos
por la mano izquierda,
no es un modo de vida que pudiera decirse respetable.
Así que «sigamos cabalgando» como dijera aquel relato
guardado en cualquier biblioteca,
de cualquier escuela rural.
Así que permítanme quitarme la boina
y dejar al descubierto mi calvicie.
¡Vean!, he perdido demasiadas neuronas
y aún así, la vida me exige puntualmente
redactar las actas de cada defunción que llega hasta mi vera.
¡Vean!, he perdido mi rumbo,
como noria giro
machacando el bagazo de una caña
exprimida de toda la dulzura que los caños
y los años
y los baños
y los daños del mundo
pueden sorber.
¡Vean!, estoy copado,
copeado,
copiado por el temor de temer,
por el miedo a soltar mis amarras
y encontrar vientos propicios
que pudieran hinchar mis velas
y llevarme
¿a dónde?…
¡Qué importa!
Mientras no sea Ningunctud, el país de la niebla,
circundado por farallones traicioneros.
La realidad es un lastre,
un ancla entrampada entre las heces del mundo.
La verdad es que no hay viento,
aquí estaremos,
fondeados en la certidumbre
de esta calma chicha.
Ayer surqué tierras ignotas,
bebí el brebaje del delirio,
escuché el canto de las sirenas
y sucumbí a su llamada.
Hoy añoro el huracán.
Tocando fondo
Bajo de la montaña
de este montón de pensamientos
cargado con carbón,
sin alimentos
Sediento de palabras,
sin aliento
Voy encorvado porque así
despierto
la sospecha ingenua de estar vivo.
Bajo moroso,
aunque riendo adentro
por un mundo que miro sin ser visto
Me pregunto en mi viaje tierra abajo
si encontraré el aljibe
que alucino
¿Será aquella luz tenue,
un incendio flagrante?
o solamente una galaxia encontradiza
No lo sabré jamás
mis pasos duelen
y mi camino se quiebra en vocablos
sed, dolor, hastío,
sigo, sigo bajando
la ruta no termina
es un inalterable desacato
a la ley fuga,
pero en sujeción a la de Herodes.
El mundo se complica
se vuelca;
yuxtapone sus polos,
entonces descubro el hilo negro,
bajar es verbo irregular, no cabe duda
Todo se ha detenido
mi alucinada indecisión se ha vuelto tolerancia
soy un prototipo del homo neandertalius
“pienso, luego embisto”
He llegado por fin a lo más hondo
¿ahora qué?…
¿desando mis pasos gemebundos?…
Todo camino asciende cuando has tocado fondo
Insomnio
No duermo de pensar cuantas puertas tiene el crepúsculo
o cuantos desvaríos tienen las lágrimas sinceras.
escucho cantos sediciosos,
apremio de milagros que vagan como fantasmas eufemísticos
tecleando la marimba de mis huesos;
cuchichean los ratones,
son amigos de los pasos oscuros y cortos,
devoran el hielo de la luna
y parece entonces que el mundo se detiene,
que llueve el silencio
apedreando a mi adúltera agonía.
No creo más en las espigas de la inocencia
caerán por su peso, lo promete el cielo;
mi credo es la vela hinchada de mi barca
fecunda en sus promesas
radiante en su furor.
Es muy grande la caverna de mi vigilia
pero es azul y no oscura como podrías creer
filtra lagrimas de ángeles
me dejo bañar por ellas hasta quedar translúcido
El tam tam cardiaco lleva el compás
de mi éxtasis, vuela atado a golondrinas violeta
parten, siempre regresan,
siempre anidan a la sombra de mis ojos,
ponen trinos a mi silencio contrito
y me llevan de la mano al malecón.
A TERESA
A TERESA
¿Puedo decirte algo?
Decirte, por ejemplo, que te quiero
O decirte tal vez que el universo se detiene para escuchar tus pasos
Puedo decirte, no es pregunta
Es una certeza que gotea en mis sueños
Decirte que tu luz ahuyentó mi oscuridad
Y tu risa abrió la jaula de mi desierto
Puedo decirte que nunca hubo mariposas en mi huerto
hasta que tu lo llenaste de geranios.
¿Puedo decirte ahora que el otoño te bendice
qué eres tu mi razón de existir?
TEMPERATURA: 5 GRADOS
Temperatura afuera 5 grados. Viajo confortable, he pagado el peaje y me desplazo a 100 kilómetros por hora, los limpiaparabrisas están ajustados en “baja”, la brisa opaca los cristales por breve tiempo y entonces “¡shuit!” vuelve la claridad. El confort me invade: música clásica, para mayor referencia Guitarra interpretando Granada de Albéniz, calefacción ajustada a 25 grados, ningún estorbo en el camino. Sólo me falta una taza de café aromático y calientito.
A los lados de la carretera otros sin recursos siegan zacate. Me abruma la frialdad de sus pies, la niebla espesa de su destino. Desde esos ojos ¿Cómo se mira el mundo?
Quedan atrás, pequeños en el retrovisor, mientras degluto mi propia saliva.
¡Que lástima que no tengo una taza de café aromático!
EMILIA
Por ti, algodón de azúcar,
respiro de nuevo.
El deleite de la vida se trenza en espirales de dulzura,
vuelven las golondrinas al cobertizo
y las noches recuperan sus luceros.
Apareciste entre la magia de los sueños
pero eras real: una sutil cantata de los ángeles,
un fruto madurado en el albergue del alma,
una chispa en la paja,
una luz en la penumbra.
Callo y escucho los suspiros de mis ruinas,
se van, se alejan,
mientras tus pasos,
pequeños, vacilantes,
retumban en mi corazón.
MIENTRAS PASA LA NOCHE (1a parte)
No puedo ver
No puedo ver, lo manifiesto cuando duermen
quienes pregonan la luz de neón como destino.
Camino, si,
pero tropiezo con el veneno activo de las horas,
esos escorpiones que gotean en mis desvelos,
y me atacan con punzantes aguijones.
Voy por el mundo olisqueando,
huelo las llagas de mi hermano,
entonces imagino el pánico que habita en su mirada,
y lo espanto con perfume.
Soy, eso si, un hombre de principios,
un tenedor de libros, donde apunto
mis diezmos y limosnas.
No puedo ver
¿Qué color fermenta en mis retinas
mientras me ciegan los destellos de la noche,
la luz artificial de los comercios,
las marquesinas, los semáforos,
las cerillas ardiendo y los faros de alógeno?
¿Qué sol revienta mis neuronas
mientras los días deshilan mis tejidos?
¿Qué fango engendra en mis ojos
mientras los sueños naufragan?
No es la ceguera un mal orgánico
es, simplemente, un miedo,
un terror a la verdad,
es vivir encumbrado en la niebla,
aferrando el espejismo del bienestar.
La noche se cierne como tinta,
en su visaje negro convoca a los espectros,
el cielo sangra acribillado de pájaros.
Yo pienso en la luz, que se marcha hasta mi infancia,
cuando podía ver las estrellas fugaces
y los ángeles llegando a mi ventana.
Me doy cuenta de lo poco que adelanto.
Hoy estoy ciego,
quiero que el mundo reconozca mi drama,
pero el mundo es tan ciego como yo
y no ve mérito en mis cicatrices, ni en mis canas.
Renuncio pues a la luz del reflector,
regreso a mi cobacha a contar mis ahorros,
luz, nube, tempestad, amor y risas;
todas bajando como arañas
por la pared de mi ceguera.
Todas oxidando mis articulaciones
con sonrisas corrosivas,
con palabras afables
y letras mordisqueadas.
Nunca digas nunca,
me dijo el gurú cuando besé su mano.
Si, claro, ¡qué fácil!
Pero yo si digo nunca:
nunca te extrañaré mientras me atreva a bogar en la noche
nunca te buscaré y nunca más te soñaré en mi cama.
Tu sombra será mi cadalso,
mi penitencia por haber creido.
Nunca digas nunca, después de la absolución,
me lo dijo Afrodita, en secreto,
porque la ceguera avanza con su giba de molusco
titubeando entre el pudor y el desenfreno,
acosada por astros paranoicos
que suelen atornillar sueños procaces
en el sagrado templo del insomnio.
Ahora caigo,
caigo en mis libros de caja:
haber y deber,
ser y tener.
Estoy quebrado,
sólo anoté,
un sol agonizante, aquel eclipse,
un manto decorado con galaxias,
unos ojos de luz que no se cansan de mirarme
y esta sonrisa que no puedo quitarme de la cara.
Camino, llevando en la frente el sello del apóstata,
y en la mano siniestra mi certificado de excomunión.
No hay virtud en mi,
soy un ciego reincidente.
Detractor del dogma y de la vida en gracia,
¿Cómo comulgar con un Dios acaudalado?
El viernes azul rueda sobre el eje del reloj,
cuando las 12 y cuarto despedazan el silencio;
allá arriba, en lo alto, la luna está mordida
y por lo mismo sufre;
mientras abajo los lunáticos ensartamos nuestras certezas en el sedal de la suerte.
Atado a tus sueños
¿ Has sentido ese hilo delgado,
fino como éxtasis íntimo
correr por tu garganta,
no como soga homicida
sino como tenue canto,
como estela de un pétalo
que abandona su corola
o como duda fugitiva
evadida del arcón del ateismo,
pero absuelta
por el guiño de un parpado divino?
¿Has visto purificarse el día
mientras derraman los cántaros del cielo
el Hosanna de los sencillos
y las quimeras se engendran
como burbujas de jabón
fugándose por los resquicios de la dicha?
¿Has sentido ese escándalo afónico
clamando fuego en la fronda de tu quietud,
pidiendo semillas fértiles
en las grietas secas de tu trinchera?
¿Has probado el veneno hipnótico
del viaje al silencio?
¿Has tocado el mar?
Y las estrellas ¿las has contado?
Quiero caminar a tu lado
numerar los suspiros
clasificar los copos según su futilidad
calcar el enjambre de tus huellas
en los rincones secretos de mi locura,
quiero tomar el espejismo de tus ojos
aderezarlo con la fe ciega que habita en mi deseo
y volar atado a tus sueños.
A veces se antoja desdibujar
¿lo has hecho?
Desdibujar pensamientos,
desmoronar muros de fortalezas vencidas.
derruir portones
y penetrar allende toda ruina milenaria.
Desdibujar,
dislocar coyunturas,
armar disgregaciones.
Es buena fecha para estos menesteres,
los grados centígrados,
en boca de todos,
han caído muy bajo,
encuentran sólo las castañuelas de unos dientes ermitaños,
por eso se antoja confrontar
lo que no cede
encarar los pasos subrepticios
tatuados en las catacumbas
de nuestras venas.
Pero puede suceder, eventualmente
que también se antoje
Ser agua o carta o flor.
A veces se antoja
ser peregrino en la noche
y posadero en el día
beber un vaso fresco de eternidad
o simplemente escribir
“se antoja desdibujar”
Auto retrato
Ayudado por mis amigos
reencuentro la copia de mi retrato.
Es sin lugar a dudas un sitio perfecto
para desplegar mi vocación de arqueólogo.
Descubro mis rasgos, son duros y arcillosos,
representan un coro de luces magistrales
y al mismo tiempo una orfandad de astros,
son por así decirlo toscos, aunque jamás ociosos.
Mis ojos por ejemplo
derriten lágrimas utópicas
gotean por las mejillas besadas apenas
por ninfas trastocadas,
bajan por la escalera de mis costillas
y ruedan absurdas, casi livianas
hasta encontrar el pozo de mi ombligo.
Y mi nariz, ¡Oh mi nariz indeleble, definitiva y eterna!
husmea lo indescifrable,
amuralla los aromas en cada foso de mi cerebro
y eleva la volátil necesidad de estornudar.
Luego mi boca, escotillón austero
madriguera de palabras zafias
donde cohabitan la sandez con la hipérbole,
la blasfemia con la salmodia
para seducir a esa lengua cuasi académica
obcecada en lamer obscenidades.
Mi boca encajonada en ese cráter hipnótico
que es mi propio rostro,
mi boca hoguera de canciones cribadas
en noches amorosas y amaneceres tibios,
mi boca voraz, incapaz de vomitar
pero expedita para besar.
Y para rematar, estos Amigos míos
ayudantes solícitos,
duchos en el arte de mostrar retratos
enraízan mi fundamental aspecto
en un espejo virgen
donde solo acierto a ver la radiológica placa
de mi calaca.
A LA MEMORIA DE MI PADRE
IN MEMORIAM
La noche encalla en tu respiración marchita,
buscaba un faro y ha encontrado tu pulso a la deriva.
Presión arterial: 70/30.
Estoy frente a ti,
ya no me hablas,
tus ojos verdes parecen fascinados por un algo intangible mirado en lontananza.
¿Acaso ves allá en la cordillera, una escarpada cumbre?
Hoy es el día: marchas a la excursión definitiva.
Estás ya lejos, apenas vislumbro tu perfil.
Se empantanan los segundos,
una a una, las neuronas, se sueltan de las manos.
El sol emerge como ascua vigorosa,
fecundando el cielo con su chubasco de aves.
¡Amanece!
Y ya estás conquistando el paraíso.
+-+-+-+-+-+-+-+-+-*********+-+-+-+-+-+-+-+
Abro la puerta del asombro para garrapatear estas líneas. Mientras escribo, surgen en el pozo de mi cabeza ideas que ascienden por el broquel. Llevan el impulso dinámico de la fe, de alguien que cree en la sosegada vida; esa que discurre con la lógica de las semillas que una vez humedecidas se afanan por germinar. Pero también brotan ideas dotadas del ímpetu de quien cree en lo increíble, en los milagros. Cada gesto, cada acto, cada suceso surgido en los recónditos abismos del océano o en las abiertas estelas de las galaxias, es una articulación de este tejido cósmico al que ni tu ni yo somos ajenos.
La muerte de mi padre ha sido para mi como la revelación de un cofre cargado de secretos. Hay ahí dentro un sinnúmero de esencias, de entre las cuales la que he rescatado anticipadamente es la del agradecimiento. El viejo era duro, como una nuez de castilla, pero por dentro era un fruto suave y nutritivo. Me fue permitido estar junto a él, cuando una a una se fueron soltando sus amarras: pulso, temperatura corporal, respiración. Cuando todo se detuvo entendí que el agradecimiento es la materia del amor y que el perdón se esfumaba como espectro. No había nada que perdonar.
En seguida un poema de Manuel M. Flores. Este poema me impactó tremendamente desde mi adolescencia
Mi padre muerto
¡Gracias, gracias, Señor…! Me has dado llanto
y he llorado por fin… ¡Gracias, Dios mío!
¡Un pobre corazón que sufre tanto,
un pobre corazón que está vacío
de esperanza y de fe, necesitaba
para no reventar en mil pedazos
reventar en el llanto que le ahogaba…!
¡Gracias aun otra vez, porque tu oído
abriste ¡oh Dios! a mi aflicción, y has hecho
que al romper los sollozos de mi pecho
haya mis propias lágrimas bebido!
¡Gracias, inmenso Dios, gracias…!
Y ahora
¡apura, corazón, el hondo cáliz
del inmenso pesar que te devora!
¡Solo, ante Dios, en tu dolor sin nombre
inagotable llora
las más acerbas lágrimas del hombre,
y a ese viento que gime, a esas tinieblas
en que flota el pavor, a ese callado
tan espantable caos del infinito,
arroja delirante,
desesperado corazón, tu grito…
¡Hora de los misterios, noche amiga,
deja que el alma mártir
tu soledad bendiga…!
Sólo tú tienes para mí consuelo,
si así puede llamarse
hundirse en tanto duelo,
remover los pedazos doloridos
del roto corazón, y abandonarse
al amargo placer de sus gemidos…
¡Hay algo de la tumba que yo amo,
en tu tremenda calma;
hay algo de la muerte entre tu sombra,
y tengo triste hasta la muerte el alma;
toda ella es amargura,
indecible dolor jamás sentido,
noche en la noche misma, más oscura
que el negro manto en la Creación tendido…!
Ayer era feliz… y lo ignoraba…
Ayer era feliz… En mis hogares
la dulce paz de la virtud moraba,
y mucho tiempo hacía
que a su umbral no llegaban los pesares,
sino que en cada sol, una alegría
el Señor de los buenos les enviaba
como el pan celestial de cada día.
De mi padre la frente
iba cubriendo apenas
la primer nieve de la edad, luciente,
como el pico elevado
de la montaña, el hielo,
para significar, inmaculado,
la ya cercana vecindad del cielo.
Y allí, sobre esa frente veneranda,
cual rayo oculto que en serena tarde
de la pérfida nube se desprende
y la alta encina hiende,
del mismo modo la desgracia impía
vibró su rayo de dolor y muerte,
y en menos ¡ay! de lo que dura un día,
sin el adiós siquier de la agonía
la sacra vida quebrantó del fuerte.
Era un sueño ¿es verdad…? Estaba loco…
¡Oh! ¡decid que no es cierto,
que no ha podido ser que delirante
golpease mi cabeza
sobre la tumba de mi padre muerto…!
¿Puede acaso morir quien da la vida…?
¿De un mismo corazón puede una parte
caer en la tumba mientras otra existe?
Y Tú, que nos ordenas adorarte,
y Padre y Justo y Bienhechor llamarte,
Dios de inmensa bondad…, ¿Tú lo quisiste…?
¡Padre, mi padre, escúchame, responde…!
-¡Horrible desvarío!-
¿Es esto un ataúd…? ¿Aquí se esconde
el autor de mi vida? ¿Aquí, Dios mío…?
¿Aquí donde se estrella
convulsa de dolor el alma loca,
y besos tantos con sollozo inmenso,
con desesperación deja mi boca…?
¡Dejadme… porque quiero entre mis brazos
estrechar su cadáver…! ¡Estrecharle
y con mi propia vida reanimarle,
sobre mi corazón hecho pedazos…!
¡Un beso más en su serena frente,
un beso más en su cabello cano…!
¿Queréis que el corazón se me reviente…?
¡Yo no le vi morir… estaba ausente…
no me bendijo a mí su santa mano!
¡Al cerrarse sus ojos no me vieron,
buscome su alma, me llamó… y no estaba!
¡Mis labios en los suyos no bebieron
el suspiro postrer… ni recogieron
la lágrima que dicen que rodaba
única por su faz, cuando sus ojos
en el eterno sueño se durmieron!
¡Oh! ¡dejadme, llorar…! ¡Acaso el grito,
de las entrañas mismas arrancado,
del corazón de un hijo es infinito…!
¡Quizá traspase la mortuoria losa
y a través de la tumba y del olvido
llegue a la Eternidad donde reposa
el pedazo del alma más querido…!
¡Es mi postrer adiós… el que la muerte
no quiso que te diera, padre mío,
ni me lo dieras, tú…. cuando por verte
un instante brevísimo siquiera,
al féretro sombrío
donde duermes, mi padre, te siguiera…!
¡Mas calla, corazón; rómpete y calla…!
¿Quién traduce en palabras el crujido
de un alma de hijo que al dolor estalla…?
El féretro está allí… ¡Dios lo ha querido…!
Sombra bendita de mi padre muerto,
heme aquí sollozando y de rodillas,
empapadas en llanto las mejillas
y de honda herida el corazón abierto…
Huérfano, en mi dolor no pido al cielo
el alivio mezquino del consuelo;
sólo quiero tenerte, padre mío,
en amor, en espíritu, en imagen,
de mi recuerdo en el altar sombrío.
Y hasta el instante en que también sucumba,
con mi amor y mis llantos esconderte
en la secreta tumba
del alma entristecida hasta la muerte.
Me permito añadir las coplas de Don Jorge Manrique por la muerte de su padre:
I
Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
fue mejor.
II
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto s’es ido
e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
por passado.
Non se engañe nadi, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de passar
por tal manera.
Poema completo en:
-
Recientes
- Venus
- CASI UN POEMA
- SOBRE EL EGO
- YO, ASPERGER II
- 70 elefantes son muchos
- Nací Cucaracha
- TE BUSCARÉ HASTA ENCONTRARTE (Homero Ontiveros)
- DIFERENCIAS NEUROLÓGICAS EN LOS SERES HUMANOS.
- CURSO TALLER DE COLUMNA POLÍTICA
- 10 TIPS PARA ALCANZAR LA FELICIDAD
- ¿Qué es un sociópata altamente funcional?
- EL HIJO DEL RAYO – SPEECH 43
-
Enlaces
- -WordPress.com
- WordPress.org
- -> Story of stuff, video en Inglés
- -La historia de las cosas, en youtube y en español.
- -No te dejes engañar con lo del Virus 1 A1H1
- -Señores diputados, NO TIENEN VERGÜENZA
- -FELIPE CALDERÓN NOS ENGAÑASTE VILMENTE
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