Al Pie de la Montaña

Desvelos de un tecolote loco

70 elefantes son muchos


Escribo desde este lado de la raya, si, ya pasaron 70 elefantes rechonchos frente a mi tienda de campaña, algunos se enredaron con los tirantes, otros metieron su trompa por entre la cortina, barruntaron, el susto fue terrible, sobre todo con aquel mastodonte que me cayó cuando soñaba que la Tierra toda se zurraba en el toilette del Cosmos. 70 si, carambas rebasé ya por 6 el anhelo de mis queridos The Beatles que tanto me hacían  y me hacen aún vibrar con la rola When I’m sixti four. 70 veces siete es el adagio bíblico que dice cuanto debo perdonar cuando caigo en la cuenta que soy yo quien debe ser perdonado. ¿Por qué?… si, por qué debo ser perdonado. Y cuando me baña esta pregunta sunami, me arrastra por sobre las arenas de mi desgracia. ¿Estaré cometiendo el pecado que no se perdona nunca? es decir la soberbia? porque a decir verdad y a pesar de que reconozco mis crímenes, me declaro inocente. ¿Como voy a ser culpable de mi misoginia temprana si así fui educado por el hombre que balaceó a mi madre?  Claro no tiró a matar sólo a asustar. 70 tardes y 70 noches de cada trimestre me visitó Barrabás, el grotesco gnomo del remordimiento. «¿Comó fuiste capaz, Jorgito?» me dice al oído mientras yo trato de concentrarme en mi mantra sagrado: «Vene sancte spiritu».

Vene sancte spiritu a la mierda. No mi querido Jorgito setenton veo a todos lados y no aparece la magistral paloma, ni el viento recio que proclamaron las Escrituras. Miro en tu coco, adentro, claro, y solo encuentro el desorden que dejaron los proverbios familiares. Fue duro haber nacido ahí, ¿quien me manda?, fue duro haber sido maltratado y ninguneado. No me violaron ni abusaron de mi libidinosamente, eso hubiera sido mi fin. Me dejaron una patita y con ella me arrastre hasta hoy, hasta este día de julio en que me descubro, me cuesta decirlo, anciano.

Pero a ver, a ver, no nos perdamos. Ven aquí Barrabás, gnomo perverso, quiero que desembuches, que cantes como en un corrido mis hazañas, mis quebrantos y que expliques por qué, después de mis pecados me encuentro en gracia siendo desgraciado, ya se que tu no escribes, sólo hablas. Hazlo pues.

Dices que la médula de mi problemática es el género; que me parió una mujer; que cuando nací y miraron mi pene, se vieron unos a los otros y dijeron simplemente «es niño» ( no había ecografias en 1950) No se imaginaron, como no se imaginan ahora la responsabilidad que significa tener ese apéndice que nos diferencía de las mujeres. Ahora te pregunto Barrabás: ¿se defraudaron mis padres cuando vieron que el recién nacido era  hombre? ¿no? entonces por qué me castraron, por qué anularon mi masculinidad. Contesta gnomo compañero

1 octubre 2020 - Posted by | Sin categoría | , , , , ,

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